Mientras el mundo va girando y ahora parece que está dando tumbos, nos encontramos con golpes de arrogancia, en donde el soberbio se ensalza despreciando a los demás cual si no fueren seres humanos e hijos de Dios.
Esta arrogancia puede llevarnos a una destrucción sin precedentes, por lo que se hace imperativo inculcar las virtudes que la fe cristiana nos da, descubriendo nuestras capacidades de libertad e hidalguía para oponernos a tal sumisión.
Por lo tanto, debe quedarnos claro y no claudicar frente a las pataletas de los malosos e inducirlos a la comprensión de que la paz comienza por el amor humano dejando a un lado el desprecio y la herejía y así el mundo girará con libertad y sin sobresaltos malignos.
En nuestras labores de enseñanza y formación además de los aspectos técnicos y científicos debemos de acercar a las personas a la fe y a la esperanza cristiana para lograr la armonía y la concordia entre países, familias y personas, acercándonos a la Isla de la Utopía, es decir, al Paraíso natural con nuestra propia inteligencia y sabiduría, sabiéndonos todos hijos de Dios.
Adelante juventud porque la libertad no se negocia, pues se gana a fuerza de educación, inteligencia natural y mucha voluntad.
Con toda libertad,
Raymond
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Bonita reflexión para estos tiempos