El potencial tecnológico de la Inteligencia Artificial es sumamente extenso tanto en el sector educativo, en el de la construcción y de la fabricación de productos, en este momento nos encontramos con una situación similar a cuando comenzó la Internet y veíamos a esta como una herramienta y no sabíamos para que sería útil y a quienes desplazaría, por consiguiente no es nuevo que el Ser humano dirija su mente hacia el progreso y hacia metas lejanas y útiles a toda la sociedad.
Aprendiendo a trabajar con la IA podemos generar publicaciones más rápidamente debido a la agilidad de la información bajando costos y llegar a muchos sectores desposeídos de fuentes informativas fiables y verdaderas, sin embargo incluso el Chat GPT nos han mostrado que este rápido alcance y contribución artificial no siempre es lo que nuestra conciencia hubiese querido expresar pues nos da respuestas a opinión de múltiples autores con múltiples divergencias y múltiples disciplinas que no siempre coinciden con las virtudes del cristiano.
Atención: La IA es una herramienta que hay que aprender su poder, su alcance y sus límites pues de lo contrario estaremos destruyendo nuestros propios principios por la ilusión de la facilidad y bajo coste de su utilización.
Sin embargo, es importante que al usar la IA demos cuenta de la fuente de información, de la autoría de esta que, al fin de cuentas, es la responsabilidad de lo dicho teniendo presente que somos defensores de la Fe Cristiana y no simplemente copiadores de ideas ajenas.
Adelante amigos profundizar en el conocimiento de la IA es necesario para saber lo que debemos aceptar y lo que debemos aportar nosotros también para mantener la vigencia de las virtudes de la Fe y la Esperanza de un Católico del siglo XXI.
Al fin de cuentas la IA no suplanta la mente humana sino como anteriormente mencionamos solo contribuye en alguna forma enciclopédica y multifacética a la ayuda y a la redacción de textos en un mercado de competitividad y de rivalidades.
Adelante amigos que el estudio no es superado por la máquina.
Con el abrazo de una mente natural,
Raymond
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